He debido levantarte y atestarte a mi pecho, dejar que el palpitar se confunda en la melodía de la sinceridad del aprecio.

Debo abrazarte tan fuerte pero tan dulce que se desplome la armadura que aleja los intrusos de la dulzura de tu alma

Debí hace chocar tus pequeños pechos a mi cara, luego de levantarte solo un poco más, hasta que estos exorcicen y quiten la venda que la verja que impide que rose tus labios.

Debí cargarte, con la ternura que buscas y que después no sabes si la buscas o no. No es cargarte como se carga un niño, es cargarte como la cuando la lejanía de un deseo se extiende y hay que tenerla cerca y que no escape nunca.

Debí hacer muchas cosas para que cuando sea la última vez que te vea, no te hayas ido nunca, sino que continúes tu camino de petrificarte en la eternidad de mi corazón.

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